Sociedad
Mujeres, Luchas Sociales y Espacio Público - 20/11/2002
Mujeres, Luchas Sociales y Espacio Público
Por Diego Pascual
VIDA POR BANDERA
A lo largo de la historia no han sido pocas las luchas protagonizadas por mujeres. En defensa de valores fundamentales como la vida o la justicia han alzado voz y bandera. Se trata en muchos casos de mujeres que no tenían participación política y surgieron en la vida pública a partir de tragedias generales, como la guerra, o personales, como la pérdida de un hijo, y cuyas luchas adquieren más legitimidad y repercusión en la sociedad que otros reclamos encuadrados en los marcos tradicionales de la política.
ANTECEDENTES
Si retrocediéramos dos mil quinientos años nos encontraríamos con la tragedia de Antígona inaugurando el grito mitológico de dolor de las mujeres ante la injusticia y el maltrato de sus seres queridos.
Se trata de un grito desgarrador que, muchas veces no está enunciado como perteneciente a la lógica y la racionalidad del poder. No en vano estas mujeres se ganaron los epítetos de “brujas” y “locas”. Es un grito que, además, no logra ni tampoco se propone, tener una continuidad. Aparece en la vida pública cuando las paredes de la casa quedan chicas para tanta angustia y cuando hace falta apelar a un sentimiento absolutamente genuino y legítimo para defender el derecho a la vida.
Desde comienzos de este siglo pueden registrarse en la historia argentina manifestaciones de mujeres que tienen que ver con la defensa de la vida. Son en general movimientos antibelicistas, que no poseen continuidad en el tiempo, y que pueden ser tomados como antecedentes de fenómenos actuales como las Madres de Plaza de Mayo. Estas manifestaciones antimilitaristas de comienzos del siglo XX han surgido básicamente del movimiento obrero. En el 1900, ante la posibilidad de la guerra con Chile, la dirigente socialista y feminista Gabriela Laperriére de Coni se manifestó en diversas conferencias pacifistas que se realizaron en los dos países. Un año después, cuando fue sancionado el servicio militar obligatorio, las anarquistas y socialistas se hicieron escuchar nuevamente. Otro momento histórico importante de esta participación femenina en favor de la paz es 1928, cuando se desencadenaba la guerra del Chaco. En ese mismo año se realizó en Buenos Aires el III Congreso Internacional Femenino y, uno de sus puntos programáticos más importantes era “construir el afianzamiento de la paz universal”. Y en 1936, como consecuencia de la Guerra Civil Española, se constituye un movimiento con características más populares que los anteriores, a favor en esta caso, de la República y en contra de la guerra.
Si bien estos movimientos mencionados no se tratan del reclamo ante una muerte o la apropiación de un cuerpo, como es el caso de las Madres de Plaza de Mayo, es posible trazar un hilo conductor en cuanto ambas son conductas que bregan por la defensa incondicional de la vida.
CONCIENCIA DE VIDA
No hay una sola respuesta para explicar por qué son las mujeres las dueñas de ese grito. Hay una, relacionada con el concepto de la teórica norteamericana Temma Kaplan, quién define este fenómeno como “conciencia de vida”. Es quizá la más tentadora, la que más intuitivamente se presentaría como explicación. Se trata de una conciencia no estructurada, no racionalizada, que emerge con mucha fuerza en situaciones en las que peligra la vida. Tampoco es menos difícil explicar cuáles son los orígenes y las implicaciones sociales de algunos fenómenos que protagonizaron las mujeres argentinas en los últimos años y que las colocan como las depositarias del espíritu trágico de la cultura, como dueñas de un grito tan doloroso y legítimo cuya potencia es capaz de sacudir la historia. Es un momento que nos coloca de cara al dolor de lo irreparable. Cuando las Madres de Plaza de Mayo o Norma Marotti de Cabezas, madre de José Luis, se manifiestan hay poco que discutir sobre legitimidad semejante. Ellas tienen un dolor no resuelto por la justicia formal. A la vez ese reclamo tiene sin dudas un profundo sentido transformador que reformula y trastorna el escenario cultural y político. Estas mujeres hablando, ejercitando toda la heterogeneidad posible del lenguaje, transforman esos lenguajes en política de una forma lateral y transgresora de la política oficial. Como efecto y resultado de esto último podríamos recordar a mujeres, como Ada Morales y Martha Pelloni, que con su iniciativa, hace ya algunos años, lograron desmoronar el gobierno en la provincia de Catamarca. Así, una vez mas, recuperamos la figura de Antígona, que es el modelo más antiguo de las “locas” que reclaman en el espacio público y enfrentan al poder y a la ley en nombre de la ley natural. Antígona se convierte así en la gran heroína que cuestiona a toda Grecia.
RECLAMO Y ESPACIO PÚBLICO
La participación femenina en el mundo público en la Argentina comienza a partir del siglo XIX en el ámbito de la palabra escrita: el periodismo, el género epistolario, los diarios íntimos y la escritura. Diversos investigadores e historiadores han coincidido en destacar dos períodos bien diferenciados; el primero va desde 1830 hasta la batalla de Caseros, y se caracteriza por “un periodismo liberal donde hay un grupo muy reducido de mujeres que se dedican a la escritura y al mundo de la cultura en general”; y el segundo abarca desde 1870 hasta bien entrado el siglo XX y “tiene mas que ver con el periodismo contestatario de las mujeres anarquistas y socialistas”. A partir del siglo XX las mujeres emergen en el espacio socio-político. Surge la categoría de obrera fabril y la mujer comienza a involucrarse en las luchas sindicales así como también en los partidos políticos y los reclamos sufragistas. No se trataba, por aquel entonces, de un movimiento numeroso, ni significativo, ni que haya incidido en la política de su época, pero son sin duda, vestigios, embriones, de un reducido grupo de mujeres que reflexionan un poco más allá. Mujeres excepcionales, referentes en el mundo de la cultura y la política de su época. Como vemos, desde aquel entonces, hasta las Madres de Plaza de Mayo ha habido mujeres que han estado en la plaza pública, y no precisamente desde la locura, sino como la voz de una ética diferente que enfrenta al poder. Los reclamos de las mujeres irrumpen en un momento de la decadencia de lo político, con heterogéneas formas de expresión de los reclamos que dan vuelta el lenguaje, aun con el no lenguaje, tal es el caso de las marchas del silencio. Las mujeres, las eternas silenciadas, hacen de ese silencio una suerte de signo político que, al mismo tiempo, habla y asume la voz de lo indecible donde una cultura, más bien varonil, no puede pensar ni hacerse cargo.
Diego Fernando Pascual
Licenciado en comunicación social UNC. (Universidad Nacional de Cuyo- Mendoza. Argentina
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