Edición Enero 2004

Colaboradores
  Autor:  Oscar Felipe Reyna Jiménez Anterior     Trabajo Publicado      Siguiente
México

Regresar a Index



Arte Visual
Buena Vista Social Club - 07/05/2003


BUENA VISTA SOCIAL CLUB.


Por: Oscar Felipe Reyna Jiménez
(8º semestre de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación;
UASLP, San Luis Potosí, México, 2003)


Entre las décadas de los 40’s y 50’s -en vísperas de la revolución que mas tarde fraguarían Ernesto Guevara y Fidel Castro y que terminaría con la implantación del socialismo en la isla-, Cuba era considerada por sus otrora propietarios, los Estados Unidos, como un paraíso turístico en el que reinaban todo tipo de excesos y diversiones para los ciudadanos norteamericanos. Entonces los grandes hoteles, casinos, burdeles y sobre todo los centros nocturnos estaban a la orden del día, y uno de los más populares tanto por su ambiente festivo, pero principalmente por la orquesta que ahí deleitaba fue el desaparecido Buena Vista Social Club.

Después de los combates dirigidos desde la Sierra Maestra, una vez como país independiente, la situación musical de la orquesta y de toda Cuba nunca volvió a ser la misma. Cambió tanto que cualquier símbolo que representara placer o dependencia de los yanquis fue reprimido en los primeros años debido a la pugna originada durante la guerra fría, en la que las diferencias entre modelos económicos eran el punto crucial que posicionaba a la isla entre la espada, por haber pertenecido a los Estados Unidos, y la pared, por recibir apoyos fuertes de la Ex Unión Soviética. Como consecuencia directa, la Orquesta del lugar se vio entonces forzada a suspender por el momento sus ensayos y presentaciones. Una vez desaparecido el bloque opositor a los EUA, a partir de 1989, la isla fue victima de represiones del exterior, principalmente de bloqueos económicos y lo ha sido hasta nuestros días, más aún las políticas locales de hoy día que a pesar de impulsar las manifestaciones artísticas y culturales, no poseen el suficiente apoyo, ni económico ni simpatizante por parte del exterior como para brindar a sus artistas, el respaldo suficiente que les asegure una proyección y les confiera valores significativos. Es así como las circunstancias mermaron el desarrollo en plenitud de la Orquesta del Buena Vista Social Club.
Esta orquesta, que combinaba ritmos caribeños y africanos gracias a su riqueza cultural, reflejaba en sus instrumentos la sangre que corría por sus venas, la sangre de dos pueblos que podrían considerarse como de los más festivos entre todos los de la tierra. Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo, cantantes, consolidaban con sus tropicosas voces la armonía que emanaba de la orquesta e inundaban de fiesta a todo aquel que les escuchara.

Así, la orquesta cubana del Buena Vista Social Club, gozaba de prestigio internacional e incluso llegó a grabar varios discos de alcances mayores.
Fue así como Ry Cooder, músico y productor musical, llegó a conocer a esta legendaria orquesta, a través de grabaciones y discos antiguos, y ante su interés por recopilar y rescatar sonidos musicales interesantes, provenientes de distintas tendencias culturales, decidió llegar en 1997 a Cuba para encontrar a quienes eran ya una leyenda -acallada durante 30 años-, a pesar de las especulaciones que había en Europa acerca de la desaparición y muerte de varios de los integrantes. Lo que encontró puede compararse al redescubrimiento de un tesoro olvidado. Los integrantes se encontraban bien y muy dispuestos a reconstruir lo que alguna vez fueron sus sueños, a pesar de la edad y de la dispersión que sufrieron debido a las situaciones adversas. Lo lograron, y puede constatarse con la producción musical que lograron durante la estancia de Cooder en Cuba, después de mucho tiempo de haber vivido inmersos en el silencio(1).

Dos años más tarde, en 1999 Cooder Volvió para provocar a todo aquel interesado en la música a participar de su experiencia. Volvió para invitar a recorrer las calles de la Habana, bajo la mano de Wim Wenders y brindar un espectáculo musical en el que se presentara cada miembro de la orquesta. Cada uno hablaría sobre su trayectoria tanto humana como dentro del mundo musical, y reconstruirían el imaginario que se tenía de la Orquesta del Buena Vista Social Club, cobijados en el documental cuyo título es el mismo que el nombre de la Orquesta.

Surgió así una atmósfera audiovisual llena de suaves y pegajosos ritmos afro antillanos característicos de la legendaria Habana de los años 40’s, la cual enmarca el recorrido nostálgico que se sigue por el Buena Vista Social Club. Cooder nos relata en su propia voz que se trata de la experiencia clímax de su vida, y acompañado por su hijo sirven como guías para iniciar el recorrido. Hay que hacer notorio el estilo de Wim Wenders para contar éste documental, ya que se trata de un Road Movie, evidente desde la búsqueda inicial del Buena Vista Social Club, hasta la llegada de Cooder y su hijo a los estudios, montados en una motoneta por las calles de la Habana.
Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo inician dentro de un tipo de montajes sucesivos que se encontrarán presentes a lo largo de todo el documental, en el que se contrasta el antes y el después, lo que fue el comienzo y el final de la experiencia; cantan a dueto en el teatro L’ Carré d’ Ámsterdam, y alternamente cantan la misma canción en los estudios Cubanos en donde realizaron la producción con Cooder. Este tipo de narración la encontraremos cada vez que haya una interpretación ya sea en conjunto o en un solo de cada miembro de la orquesta. Posteriormente, Ibrahim Ferré contará algo de su vida y su historia mientras camina por la calle en donde vive, de la mano de su mujer, hasta llegar a su hogar. Omara Portuondo continuará el road movie y hará lo mismo por un callejón de la habana, en el que cantará y regresará al Teatro de Ámsterdam. La escurridiza cámara subjetiva de Wenders seguirá los pasos a cada artista a donde quiera que vayan, tal y como sucede con el guitarrista Luis Bustamante, quien nos conduce hacia lo que fue el esplendor ferroviario en la isla, para contarnos sobre su vida. Rubén González Fortanelli, pianista, muestra en el contexto de su plática sus aptitudes musicales, mientras bailarinas de danza clásica ensayan en lo que parecían los restos de un salón de juegos, improvisado como salón de baile. Los demás integrantes: Pío Leyva, Juan de Marcos, Manuel Licea, Orlando “Chachito” López, Manuel “Guajiro” Mirabal, Eliades Ochoa, Gilberto “Papi” Oviedo, Alejandro y Yanko Pichardo, Salvador Repilado y Compay Segundo, también hacen su aparición por casas, calles y lugares de la Habana, siempre acompañados de su especialidad musical: las percusiones, los laúdes, el contrabajo, la trompeta, etc.
Ry Cooder también toma su lugar como el guía de la experiencia. Cerca del punto medio tiene la oportunidad de compartir un dueto a guitarra con un orquestante. Más adelante hay un paseo sublime en el que se encuentran los orquestantes con él en una plaza en lo que parece un día de campo y reflexiona sobre cuán afortunado es al haberlos encontrado vivos. Casi al final comenta sobre lo difícil que fue el conseguir el espacio en el extranjero, pero que finalmente logró. De pronto repara y hace reparar al espectador cuán importante fue esto para él; su hijo ha descubierto una pasión por la música que también comparte con los orquestantes en una tarde soleada: Cuba se ha hecho ahora parte de su vida, y de la de su hijo. Sus sones y su gente han conquistado sus corazones y es el momento de devolver algo de la oportunidad que se les ha dado.

La riqueza de este documental no sólo en el ámbito cultural, sino también en la forma analítica sobre la situación de Cuba son muy nutrientes, ya que como puntos contextuales aparecen situaciones y prácticas cotidianas de Cuba, lo que hace relevante su lectura implícita. Algunas de las temáticas relevantes y de consideración son: la práctica de los deportes callejeros, la vida en la calle, los autos antiguos, los vagones adaptados para el transporte colectivo “los camellitos”, las guaguas, los paseos, los amigos, los lugares de trabajo improvisados, la vivienda, la religión y la santería, la forma de vida cubana, el trabajo, las opiniones acerca de la revolución, la confección de habanos, la ideología, la injusticia y la forma de vida del pueblo cubano.
Todo ello se contrapone en un ámbito intercultural, cuando se muestra el camino hacia la muerte. La orquesta tiene la oportunidad de presentarse en lo que fue su más grande sueño, con lo que ellos crecieron y soñaron toda su vida: la presentación en el Carnegie Hall de Nueva York, evento que con gran esfuerzo Cooder relata que finalmente consiguió. Varios integrantes aparecen caminando por las calles de NY, y ellos mismos hacen la comparación con Cuba, la cual no es muy alentadora. El retorno a los inicios es lo que quizás condujo a éstos músicos a llegar a Broadway. Este fue el último concierto que brindaron y muy probablemente pudieron rellenar sus fracturas interiores, producto de las acciones externas. Se podría decir que un músico, o un artista lo es para siempre, y que las heridas provocadas en las raíces quedarían latentes hasta el día de la muerte. El Buena Vista Social Club pudo retomarlas y compartirlas con el público que le dio los mejores días de sus vidas. Finalmente el sueño es cumplido.
El mensaje que se podría transmitir en general en el Buena Vista Social Club son a la vez muchos mensajes y no sólo eso, sino también muchas emociones, pero dos de los más importantes son: que la música trasciende a la política, mientras que el documental recrea, transmite y hace compartir algo de las emociones, sentimientos y pensamientos que se originaron y permanecieron en otro lugar, con otras personas, y que además de ello puede abrir ventanas en los ojos del espectador, que le permiten enfocar las diversas realidades que existen en el mundo, desde la propia voz de quienes participaron de su propia historia, como en el nostálgico a la vez que crítico Buena Vista Social Club.

Consultas electrónicas:
http://www.salon.com/ent/music/feature/1999/03/09feature.html
http://www.pbs.org/buenavista/ryCooder_bio.html

REFERENCIAS:
(1) 1997, Album Buena Vista Social Club, productor: Ry Cooder.

FICHA TÉCNICA: BUENA VISTA SOCIAL CLUB
GÉNERO: Documental autoral
PRODUCCIÓN: Road Movie Production
REALIZACIÓN Y EDICIÓN: Ulrich Felsberg
DIRECCIÓN: Wim Wenders
PROYECTO: Ry Cooder
LUGAR Y AÑO: Berlin, 1999.


Oscar Felipe Reyna Jiménez
8º semestre de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Escuela de Ciencias de la Comunicación Universidad Autónoma de San Luis Potosí