Edición Enero 2004

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  Autor:  Oscar Felipe Reyna Jiménez Anterior     Trabajo Publicado      Siguiente
México

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Sociedad
El posmodernismo habla... - 07/05/2003


EL POSMODERNISMO HABLA...
En la guerra y en el amor, sin acción nada se vale.

Vivimos a las progresistas puertas del siglo XXI conquistadas por el mundo occidental, y se lee entre líneas que el proyecto de la modernidad ha caído.
La búsqueda de las verdades humanas ha cesado con él. La fuerza más poderosa de lo humano se desvanece poco a poco: El amor encuentra su ocaso al no encontrar en los humanos esperanzas en común. La comunicación se comprime, las posibilidades se reducen y el futuro no es solamente uno, sino que ni siquiera es nombrable: no existe.

El hombre se vuelve cada vez más liviano, la otredad queda a lo lejos y la individualidad se rodea de lo novedoso, de lo diferente en apariencia, y de todo lo que ofrezca en su etiqueta el saberse como alguien, sin importar quién.

Los medios de comunicación social se han dejado vender para satisfacer el proyecto moderno del consumo, con el afán de mercar lo más posible con lo humano, pero una vez desgastada la lógica de la oferta y la demanda propuesta por los países dominantes, y su discurso democrático inexistente, las consecuencias se han tornado inciertas y lo humano toma nuevas formas dispersas.

El amor queda ensombrecido y entonces el nihilismo hace su entrada triunfal, el momento es lo que cuenta, la incertidumbre impera y la ceguera invita al goce a deslumbrarnos con su inmediatez.

Para amar verdaderamente hay que saber reconocer. Sin reconocimiento alguno el acto de amor se vería transformado en una simple cosa, tocable, palpable, vendible...
En la era post-moderna, el concepto de amor ha quedado substituido por una serie de acepciones u objetos triviales. Se ha perdido y busca su identidad en el placer, ha reconfigurado su sentido y adquiere nuevos caracteres simbólicos.

Los valores informes introyectados por los medios de comunicación social han logrado trascender a la conciencia humana e interrumpen cada vez más la búsqueda del otro, destazando identidades y provocando la uniformización del sujeto en el mundo. Nada hay más entorpecedor para el espíritu, que la mediación.
El amor, la más pura energía humana, se encuentra mediado, partido a la mitad, desdibujado.

Es tomado en cuenta como un juguete, un producto plástico o un espacio virtual.
Las conductas en torno suyo se reducen a la emulación de lo transmitido por los programas de TV, a los millones de páginas de Internet o a una buena plática íntima en tiempo real con alguien en alguna parte del mundo.

Las relaciones amorosas quedan supeditadas por el sexo carnal transformado en objeto, incluso son vistas como una debilidad que va en contra de la búsqueda del placer por el placer mismo. Como producto de ello, la violencia crece. No hay equilibrio entre las pulsiones de amor y destrucción que el psicoanálisis propone para describir al sujeto de enunciación, al sujeto con posibilidad de amar.

No es casualidad la acelerada búsqueda de sexo sin nombre que se observa en la actualidad, así como tampoco lo es la incorporación a gran escala de “formas de amar”, expresas en productos variados orientados hacia una muy cuestionable satisfacción natural de la necesidad sexual, como lo son: el fetichismo, la sumisión, el sexo animal, los gustos por la piel o el látex, el ánime y el manga, entre otros tantos, todos ellos ocultos bajo el membrete de “diversidad” que abandera al mundo post-moderno.
Todos estas concepciones quedan fuera del concepto de amor, solo por el hecho de suprimir los sentimientos y la magia que encierra al espíritu humano.

El amor verdadero brinda posibilidades, es productivo y constructivo. En una sociedad post-moderna en la que el amor es cada vez menos posible, es total y completamente lógico afirmar que las alternativas se reduzcan, que las posibilidades disminuyan, que los futuros se desmoronen y formen islas incomunicadas; que no haya por qué luchar y que la evolución se detenga.

Para evitar un futuro trágico, es necesario buscar puentes de comunicación, en donde la ética que se maneje en los medios sea reflexiva, analítica y crítica, que a través de la integración de ideas se logren hacer despertar las conciencias; que la creatividad se vea reflejada en los ojos de la juventud para que no se vea despojada de su subjetividad; que los mundos posibles sean cada vez más realizables a partir del conocimiento del otro; que el amor surja como el ideal que conduzca y re-plantee el camino de la humanidad vía la conciencia del ser. Por que los medios son producto del quehacer humano, ahora es cuando para darles ese carácter que tanta falta hace en las mentes de la era de la información.

Oscar Felipe Reyna Jiménez
8º semestre de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Escuela de Ciencias de la Comunicación Universidad Autónoma de San Luis Potosí