Política-Economía
Castro, Chávez… Lula, el tercer componente - 24/09/2002
Mucho se ha dicho acerca de lo que podría suceder si Luiz Inacio Lula Da Silva gana las elecciones presidenciales de Brasil. ¿Qué papel jugarán Fidel Castro y Hugo Chávez en la gestión del posible mandatario? Averigüe cómo esto podría afectar a Latinoamérica y saque sus propias conclusiones.
En Brasil, las encuestas de intención de voto apuntan, por amplia mayoría, a que el candidato que alcanzará la presidencia será Luiz Inacio Da Silva. Su trayectoria izquierdista es ampliamente conocida. No es la primera vez que el representante del Partido de los Trabajadores, se postula como candidato presidencial. Este es su cuarto intento, y tal parece que al fin conseguirá lo que busca.
Pero los antecedentes de Da Silva, mejor conocido como Lula, van más allá de sus inicios como obrero y su labor de dirigente sindicalista. En 1990, acompañado de otros líderes izquierdistas, Lula fundó el Foro de Sao Paulo, encuentro anual de organizaciones comunistas.
Las tendencias del líder sindical más de una vez se han interpuesto en sus propósitos. Durante su primera candidatura presidencial, declaraciones del presidente de la Federación de Industrias de Sao Paulo, quien afirmaba que de ganar Da Silva unos 800 mil empresarios abandonarían el país, inclinaron la balanza a favor de su principal rival. En otra ocasión, cuando se enfrentaba a Fernando Enrique Cardoso ante la preferencia electoral, el diputado británico Pete Mandelson, en visita oficial a Brasil, tachó las ideas de Lula de "retrógradas". Esos son sólo algunos de los antecedentes.
En esta ocasión, el panorama para Lula se perfila diferente. Los dos candidatos que le secundan en las encuestas se disputan el puesto, quedándose atrás por una diferencia de alrededor de 20%.
A pesar de la preferencia electoral, algunos sectores se muestran temerosos de una posible victoria de Lula. La Casa Blanca tampoco ha perdido detalle de la gestión del candidato.
Todo pareciera confabularse para que en Latinoamérica se extienda la gestión izquierdista que ha retomado Chávez después de la "revolución" que emprendiera Castro hace muchos años. Los latinoamericanos se sienten impotentes ante la incertidumbre de lo que pareciera ser la salida de una recesión, que no termina de consolidarse. El colapso de la economía argentina y la caída del sistema brasileño han tambaleado la economía de los países vecinos, y a la par se tambalea la democracia como consecuencia de las prácticas de corrupción de los gobiernos.
Es común en Latinoamérica la práctica del voto castigo, y así, cuando la población queda insatisfecha por la labor de un gobierno, la tendencia es retirar el apoyo, sellando el descontento con la preferencia por la oposición en las elecciones inmediatas. El problema del voto castigo es que, bajo la consigna de un atribuido fracaso del modelo neoliberalista, puede encausar el apoyo hacia quien predica lo opuesto, y es entonces cuando la balanza se empieza inclinar hacia las propuestas mesiánicas.
Incluso, se da el caso de algunos, que descontentos con las políticas de sus gobernantes, tampoco están de acuerdo con las opuestas, pero ante las postulaciones revolucionarias de los que prometen un sistema de gobierno completamente diferente - a pesar de que suenen descabellados algunos de sus planteamientos - piensan que tal vez detrás del cuestionable discurso se esconde un estratega prudente, o que a la hora de poner en práctica las reformas, el personaje se dará cuenta de la inviabilidad de las mismas, y finalmente implementará una política menos radical. Esto sucedió en Venezuela, y es la causa de que una parte de la masa que decidió apoyar a Chávez Frías, ahora haya retirado su respaldo al gobernante. Lo mismo sucedió en Cuba cuando muchos pensaron que detrás de la imagen de Fidel se escondía un político medianamente comedido. Es una especie de negación de la realidad.
Las promesas comunistas pueden atraer seguidores cuando se perfilan como un cambio necesario para su situación política, social, y sobre todo económica. Y los comunistas consideran que la economía de mercado es un injusto sistema de producción y distribución de bienes - y servicios -, a través del cual las clases sociales más altas se benefician, y a la vez son culpables, de la situación de las clases más pobres, que lamentablemente en Latinoamérica constituyen una mayoría. Naturalmente, siguiendo esta corriente, el imperialismo también es injusto, puesto que los países más pobres se sitúan en los extremos de un panorama económico, en el cual el centro está constituido por países ricos, quienes continuamente se ven beneficiados por el consumo al que los primeros se ven obligados.
Ante esta situación, la promesa de repartición igualitaria de la riqueza y el establecimiento de patrones de consumo igualitarios suenan muy agradables, al igual que la eliminación de la propiedad privada.
Para los comunistas, la calidad de un gobierno se mide por la cantidad del gasto público: mientras más, mejor. Son unos cuantos los líderes latinos que consideran que al rebatir los injustos sistemas de intercambio neoliberalistas, podrán acabar con la pobreza y el atraso de nuestros países. Pero, ¿qué hacer si estos líderes proliferan?
El resentimiento y la rabia contra las clases más altas que logrado inculcar Chávez en los más bajos estratos del pueblo venezolano, independientemente del esfuerzo que pudieran haber realizado los "oligarcas" ara alcanzar su posición, coincide en gran medida con el proceso llevado a cabo por Castro en Cuba con el objetivo de socavar las bases del sistema previo a su instauración -no democrática- en el gobierno.
Primero Castro, luego Chávez, y ahora Lula se perfila como el tercer componente de una trasformación que pareciera buscar imponerse en América Latina. Además, en el caso de los territorios de Venezuela y Brasil, se trata de una imposición en países muy ricamente dotados.
- Compatibilidad cuestionable
Es posible establecer comparaciones entre la imagen de Hugo Chávez y la de Luiz Inacio Da Silva. Además de las evidentes tendencias en común, ambos han participado en el Foro de Sao Paulo - Lula como fundador y más tarde Chávez en su avance en la corriente "revolucionaria"-.
Ambos tienen en común una retórica anti-imperialista y presentan gestiones con visos de populismo, promueven reformas agrarias que atentan contra la propiedad privada y defienden la estatización de las empresas de sus respectivos países, entre otras cosas. En público, Da Silva ha reconocido que el presidente Chávez puede realizar "por la vía democrática" los cambios que necesita Venezuela. Más aún, ha calificado el actual proceso que atraviesa Venezuela como "fantástico". Se ha referido a Chávez como "una figura fantástica, que tiene compromiso, sabe lo que quiere, tiene dimensión de los problemas de Venezuela, tiene dimensión del papel de los Estados Unidos. Una figura que, sobre todo, está preocupada por los intereses del pueblo de Venezuela".
Sin embargo, no todo apunta a una clara identificación entre ambos líderes. La trayectoria de Lula está forjada en una carrera que empezó como obrero y fue avanzando como líder sindical y partidista. En el caso de Chávez, toda trayectoria está encerrada en una carrera militar. Por otra parte está la larga experiencia del Partido de los Trabajadores, el cual respalda a Da Silva, la cual contrasta con la corta vida del Movimiento Quinta República, partido que apoya a Hugo Chávez.
La diferencia entre la experiencia política de ambos personajes se acentúa más al tomar en cuenta que Lula Da Silva es candidato presidencial por cuarta vez. Claro, que no hay que dejar de lado que Chávez Frías fue la cabecilla de una intentona golpista.
Más allá, Lula ha declarado acerca de Chávez que "es un militar, no un político". También ha dicho que Venezuela no tiene sindicatos como los tiene Brasil y que es un Estado de instituciones más frágiles donde la empresa petrolera consigue hasta derrumbar al presidente de la República. El líder sindical le ha recomendado al mandatario venezolano establecer una mejor comunicación con los sectores sociales, sobre todo con los más duros, como los dueños de canales de televisión y los diarios, para que se restablezca la gobernabilidad.
Sólo el tiempo dirá si estas diferencias pueden interponerse en la posibilidad de una alianza si Lula alcanza la presidencia de su país, y en qué medida podrían hacerlo. Pero de momento todo apunta a que las gestiones presidenciales podrían ser, al menos, similares. El panorama político de Brasil se asemeja mucho al de Venezuela en el año 99, la corriente de oposición no ha logrado consolidar una estrategia que bloquee el avance del favorito, al igual que lo sucedido con Chávez. De hecho, en Brasil está el factor adicional de un candidato más con tendencias cercanas a las del preferido hasta ahora. Ciro Gomes también se inclina por políticas que no concuerdan con los intereses del mercado y la Casa Blanca, por citar algunas posiciones discordantes.
De forma muy similar a lo sucedido en Venezuela, Lula, primero candidato de los más pobres, ha ido ganando terreno entre grupos de otros estratos, pues sus promesas siguen atrapando a gente sedienta de cambios, por radicales que estos puedan parecer. De la misma forma, esas promesas continúan asustando al mercado. Entre ellas figura un cuestionamiento al Área de Libre Comercio de las Américas, a la que el candidato ha dicho que no aceptará de la forma en que está, por considerarla un intento de anexión de los territorios involucrados por parte de EEUU, y un acuerdo con el que sólo esta potencia sale realmente beneficiada.
Entre las promesas de Da Silva también está la estatización de empresas, medida que "ayudará al desarrollo del país". En relación con este punto, Lula ha critica las privatizaciones realizadas por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, calificándolas de irregulares y afirmando que las investigará si resulta electo.
El primer punto del programa de gobierno de Lula plantea lo que él ha llamado "La Ruptura Necesaria", que no es más que una ruptura de modelo económico que se sigue en Brasil. La meta es corregir la actual subordinación de la economía del país al vaivén del capital financiero globalizado, aun cuando esto conlleve echar atrás su proceso de apertura. Además, Da Silva ha declarado que "el Banco Central no tendría autonomía sino que deberá ejecutar la política monetaria determinada por nuestro plan de gobierno". También ha prometido defender la consolidación de Mercosur, así como la ayuda del gobierno a la agricultura de consumo interno, mientras critica los subsidios de la agricultura para exportación. Con respecto a una reforma agraria, ha dicho que "no es una cuestión de violencia ni de enfrentamientos, sino de justicia social".
La promesa de cambiar la política económica de Cardoso desde el primer día, por considerarle responsable de la debacle actual, es el punto que ha dado más dolores de cabeza a los sectores financieros, y también uno de los más preocupantes para la Casa Blanca. En repetidas ocasiones, Da Silva ha hecho público su descontento por los acuerdos crediticios con el Fondo Monetario Internacional, y la posibilidad de que la llegada del candidato al poder signifique que Brasil deje de pagar sus deudas internacionales hace que el mercado se tambalee. No obstante, en fechas recientes, Lula manifestó que sí cumplirá con las cláusulas pactadas con el FMI en un acuerdo crediticio por $30.400 millones.
A la par de las reconsideraciones de Da Silva sobre su actuación política, cada día están más cerca las elecciones de Brasil, y esto hace que la tendencia del sector financiero vaya pasando del temor puro a una profunda reflexión, ante una realidad que parece inevitable, ya que el favorito de los mercados, José Serra, cuenta con un 17% de apoyo popular, aproximadamente, frente a Lula que tiene alrededor de un 37%. El problema es la incertidumbre de no saber en qué creer frente a un personaje político que en sus candidaturas anteriores siempre ha reafirmado sus intenciones de reestructurar los pagos de la deuda de Brasil, y ha atacado a EEUU, a la globalización y al FMI (cosa que también ha hecho en esta campaña), y ahora muestra otra faceta prometiendo cumplir los acuerdos crediticios, pagar la deuda externa y hasta propone a un empresario derechista y neoliberalista como vicepresidente para su posible gobierno. La confusión es evidente y hay quien evoca lo que sucediera con Castro en Cuba cuando reveló la verdadera naturaleza de su revolución luego de estar en el poder. Fidel juraba que ni él ni su revolución eran comunistas, para meses después confirmar que era marxista-leninista desde su temprana juventud y que había mentido para ganar tiempo y consolidar la revolución. Nada sería una sorpresa después de que el candidato del Partido de los Trabajadores públicamente ha calificado a Castro como "un ejemplo de ética".
- El panorama
Datos de recientes encuestas revelan que en la mayoría de los países latinoamericanos las gestiones de los presidentes de turno no son muy populares. Al calificar las gestiones presidenciales como "buenas" o "muy buenas", la labor del presidente Cardoso cuenta con un 20%, mientras que la del presidente Chávez sólo cuenta con un 5%. Por otra parte, la confianza en los partidos políticos también se encuentra muy lesionada. En Brasil es de 6%, y en Venezuela de 11%. Las cifras muestran un panorama que puede prestarse para la proliferación de figuras gubernamentales mesiánicas, con promesas cuestionables para la estabilidad del sistema.
La situación de Brasil es bastante susceptible. En los índices de violencia, los asesinatos alcanzan 40.000 por año, y la población en condiciones de miseria llega a 53 millones de personas. La deuda líquida total del sector público es de R$708,4 mil millones y corresponde a 56% del Producto Interno Bruto. Esa es la relación más negativa entre estas dos variables que ha tenido el país en su historia, y los ocho años de Cardoso en el gobierno han sido el período con menor crecimiento económico desde que Brasil se proclamó República.
Es por esto que la tasa de riesgo-país se ha incrementado al punto de que la firma JP Morgan calificó a Brasil como el tercer país en el mundo con más riesgo para invertir, después de Argentina y Nigeria y muy cerca de países que atraviesan crisis muy intensas como Venezuela, Ecuador y Colombia.
La economía de Brasil se está desplomando. Además de JP Morgan, las firmas Morgan Stanley, Merril Lynch y Standard & Poor´s también han bajado su calificación de la deuda. El Instituto Brasileño de Estadísticas ha reportado un crecimiento de la tasa de desempleo de 7,7%, valor más elevado en los últimos 12 meses. El real ha caído a mínimos históricos y el Banco Central no encuentra la forma de recortar las tasas de interés y reactivar la productividad. La especulación en el mercado de activos, que tiene acceso anticipado a las encuestas (de intención de voto) es muy difícil de contener.
La posición del candidato Da Silva acerca del FMI, provoca estragos en la economía. "¿Qué es el FMI? Es una agencia de financiamiento, un banco en el cual tenemos una participación, y por lo tanto, somos socios. Brasil puede darse el lujo de tomar dinero prestado, pero el Fondo no puede determinar nuestra política económica".
La postura del candidato frente a los subsidios agrícolas tampoco es muy favorable para el mercado. Con respecto a la aprobación del gobierno estadounidense para subsidios al sector agrícola, Lula dijo "Estados Unidos acaba de hacer una aberración de diplomacia y de comercio exterior al aprobar 80 mil millones de dólares por 8 años para subsidiar la agricultura….Brasil debe ir a la Organización Mundial de Comercio para pelear contra esa política de comercio exterior desigual…Es preciso distinguir entre los subsidios agrícolas para consumo interno y los subsidios a la agricultura de exportación, lo que viola el principio de igualdad en el mundo globalizado".
Las continuas críticas de la política de Cardoso que "sólo favorece al sector financiero y perjudica a la industria" son también un factor que deriva en la inestabilidad del sector financiero regional.
Para completar el panorama, el hecho de que los inversionistas ya hayan perdido tanto dinero en activos en Argentina, ha creado un gran temor por la inversión en mercados emergentes, como el brasileño.
- Lo que puede pasar
Al próximo presidente de Brasil le tocará componer la política industrial, formulando una especie de protección a través de créditos subsidiados y aranceles. Si el nuevo crédito de FMI no estabiliza el panorama para los inversionistas, habrá que tomar una decisión determinante: la suspensión de los pagos de deuda pública o la disminución del valor de la misma por medio de una explosión inflacionaria. Las hipótesis de lo que puede suceder, apuntan en diferentes direcciones.
Si Lula logra la integración de un buen equipo asesor que se proponga recuperar la economía, habrá un plazo de trabajo previo a la reactivación, tal vez un año, y en ese intervalo la economía está expuesta al comportamiento del mercado y las reacciones de los inversionistas. Hay factores que hacen cuestionable las intenciones, puesto que a pesar de que Lula firme un contrato en el que afirme que mantendrá los acuerdos con el FMI y que fomentará a reactivación económica, para el mercado va a ser muy difícil confiar en él.
Si Da Silva se ciñe a la tendencia comunista de incrementar el gasto público, en función de una rápida ayuda popular, se producirá una explosión inflacionaria que terminará destruyendo la economía. Sin embargo, también hay quien piensa que para el Partido de los Trabajadores, que con la figura de Lula ya ha intentado muchas veces colocarse en el poder, hay mucho que perder y muy poco que ganar si se formulan políticas económicas que acentúen la crisis del país.
Ahora bien, si se ha producido un cambio en la forma de pensar de Lula en comparación con sus anteriores campañas, y de verdad sus intenciones son crear un gobierno de coalición con figuras de centroderecha (como su vicepresidente propuesto), y sigue una política de respeto a la propiedad privada, asume sus compromisos con el FMI, y se adapta al ritmo de la globalización y la economía de mercado, su gestión se encausaría de forma tal que el vecino discurso chavista seguiría siendo una pieza, probablemente cada vez menos importante en sus efectos para Latinoamérica. Esto podría suceder si Lula advierte que la labor del presidente Chávez no ha sido positiva para su propio país. Sin embargo, continúa aquí presente el riesgo de la desconfianza del mercado.
No obstante, hay otro riesgo latente en el panorama mundial que es la amenaza de guerra de EEUU contra Iraq. En este caso, podría ocurrir que a pesar de que Da Silva iniciara una buena gestión económica, los efectos del conflicto bélico repercutieran de forma negativa en la economía brasilera, en especial por la huída de los inversionistas de los mercados emergentes.
Las posibilidades de alianza de un Luiz Inacio Lula Da Silva ganador de la presidencia de su país, con su vecino Hugo Chávez Frías, y Fidel Castro, parecen bastante probables luego de los antecedentes en común y las semejanzas ideológicas que estos mantienen. Conocer el hecho de que anualmente los tres personajes se reúnen bajo el amparo del Foro de Sao Paulo, para discutir temas anti - EEUU, entre otras tendencias, con representantes de organizaciones como el Frente Sandinista de Liberación Nacional, el Ejército de Liberación Nacional y las FARC, y personajes como Daniel Ortega, el subcomandante Marcos e Isa Conde, es un punto de unión trascendente.
A pesar de que Lula ha afirmado que no le conviene ser hostil con Washington porque representa el 25% de sus importaciones, el riesgo de expansión latente de la corriente izquierdista por otros territorios latinoamericanos podría conllevar el cierre de un nuevo círculo económico con nuevas expectativas.
Una unión entre Venezuela, Brasil y Cuba significa la unión de todos los años de "revolución" de la isla con el potencial petrolero de Venezuela y el potencial armamentista de Brasil, pues para nadie es un secreto que en este país se han manejado proyectos de elaboración de armas nucleares, por no hablar de sus avances en el campo aeroespacial y la producción militar, desarrollados en conjunto con la China comunista.
Mas allá, la ubicación estratégica de estos países es fundamental, y uno de los principales temores de la Casa Blanca es el conjunto de factores que pude propiciar el "cultivo" de terroristas en la región. Además, está latente el riesgo que implican las relaciones con Iraq e Irán.
El temor económico se sustenta en que de llegar Brasil a la cesación de los pagos de sus deudas, se pueda extender una crisis por los países vecinos, que ya se encuentran bastante afectados desde ese punto de vista, e incluso cabe la posibilidad de que esto repercuta seriamente en la economía de EEUU.
El temor de las acciones de líderes participantes en el Foro de Sao Paulo, en el cual se ha calificado a los organismos de préstamo internacional como "terroristas económicos" por sus exigencias de pago, ciertamente se perfila como un amenaza, al menos para la estabilidad económica tan influenciada por la percepción de los que en ella invierten. En especial cuando en la clausura del último encuentro, Fidel Castro declaró que "para construir el Socialismo, primero millones de latinoamericanos y caribeños deben conocer sus principios y preceptos, y contraponerlos a un sistema que engendra pobreza y promueve el neoliberalismo". ¿Será esto una especie de profecía de lo que pudiera suceder ante una victoria de Lula? Sólo el tiempo tendrá la última palabra.
Eleonora Alfonzo
Sexto semestre Escuela de Comunicación Social Facultad de Humanidades y Educación Universidad Católica Andrés Bello
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