Cultura
Una posibilidad entre posibilidades - 02/10/2002
Danza
Danza contemporánea, Nueva Danza o Danza Acrobática. Ni importa, son sólo nombres. El bailarín argentino Gustavo Lesgart que actualmente trabaja en España y dicta seminarios en distintos países, muestra otra mirada dentro del arte del movimiento
Era su primer viaje solo. Todavía estaban frescos los recuerdos de Rosario y tantas cosas por descubrir en Buenos Aires que la palabra España asustaba, inquietaba. Más aún el avión y aterrizar en una tierra desconocida, con personas extrañas y una cultura que poco tenía que ver con sus veranos en Funes , las calles de tierra, los caballos y el asado de los domingos. Por un instante creyó que no sobreviviría en aquel continente del que sólo había oído hablar. Pero en su interior, algo le indicaba que la experiencia valía la pena y que una beca otorgada por la Fundación Antorchas para perfeccionarse en el exterior implicaba más que algo profesional. Se trataba de abrir la cabeza y el corazón. Así, España fue el punto de partida para el resto del mundo y dos años después, Gustavo afirma riendo "salvo mi familia, mis amigos y las milanesas con papas fritas o puré, no extraño nada. No creo haber perdido cosas al irme al exterior. Todo lo contrario".
Gustavo es bailarín. Le dicen Guchi desde que tiene memoria, aunque no sabe bien por qué. Nació en Rosario y de la casa de sus padres guarda los mejores recuerdos de su infancia. Entre ellos, momentos compartidos con sus hermanos y amigos, con quienes le gustaba treparse a los árboles para hacer travesuras.
Pero esa barra de más de quince chicos, los fines de semana en familia y la pileta , son parte de sus recuerdos más vivaces. Porque su necesidad de descubrir cada vez más sobre la danza lo llevó a Buenos Aires y de allí al mundo.
Muy agradecido a Cristina Prates, su primera maestra de danza, ahora Gustavo intenta transmitir esa pasión que heredó de ella a sus alumnos. "Me enseñó a ver danza y a pensar en el movimiento, a inventar mis propias cosas. Sacudió mi imaginación cuando yo apenas me enteraba que la danza existía en Rosario". Ese sentimiento y el valor que para él tiene la constancia en el trabajo, son algunos de sus pilares que muestra en sus clases, sean en el extranjero, en Buenos Aires o en La Plata, donde estuvo recientemente para compartir con otros bailarines y alumnos sus conocimientos sobre danza contemporánea.
Inquieto y con esa necesidad de descubrir que tiene todo bailarín, Gustavo no se conformó con su beca en el exterior. Ya había asentado unas buenas bases en Buenos Aires antes de partir y eso le dio más empuje en territorios que jamás imaginó conocer, de América y Europa. De su paso por la capital argentina tiene muchas cosas de las que hablar, el problema es por dónde empezar. Quizás el orden cronológico sea más fácil que el de importancia, ya que considera importantes todas sus experiencias. Algo que no podría ser de otra manera, al menos para un joven rosarino que entre 1989 y 1995 compartió escena junto a Nucleodanza, La Organización Negra, El Descueve y De La Guarda . Pero su tareas no se agotan en las de bailarín, palabra con la que parece resumir su trabajo. También detalla su parte de docente en el Teatro Municipal General San Martín y en la Universidad de Buenos Aires, entre otras clases y seminarios en el extranjero; y su trabajo como coreógrafo, por sólo mencionar algunos, en 1998 en parte del espectáculo Bocca-Rock, para Julio Bocca y el Ballet Argentino. Y la pieza fundamental en su movimiento: Inés Sanguinetti . Aunque él mismo la describe como fundamental en su vida. "Trabajar con Inés una de las cosas más importantes en mi vida. Yo creo que no sería el mismo si no la hubiera conocido. Y el trabajo entre nosotros fue un elemento desencadenante para ese conocimiento".
En su propia compañía de danza contemporánea, Lesgart-Sanguinetti, tiene la posibilidad de desarrollar su libertad. -Uy!- se le escapa a Gustavo escucha esa palabra, que parece representar demasiado compromiso. Sin embargo, se anima a dar su propia definición sobre ella, antes que ponerle un rótulo propio a la misma danza que conoce hace años. "La libertad es la posibilidad de hacer lo que uno necesita. Es la posibilidad de tener posibilidades".
Pero su respuesta proviene más de una especie de provocación que produce en él esa palabra, más que por su necesidad o gusto por definir o ponerle nombre a las cosas. Como su danza, que tiene un nombre "porque de alguna manera había que llamarla y porque tiene un poco de esto y otro de aquello. Yo hago danza contemporánea pero no me quedo con una sola escuela y sus técnicas, tomo un poco de todas y a eso le agrego algo propio". Así nació su "danza acrobática", que no niega que esté influida de lo quedó de su paso por el Descueve y De La Guarda, pero afirma que tampoco se trata de los mismo. "Es danza", afirma y su fino y detallado trabajo del cuerpo del bailarín, sus sensaciones y su relación con el suelo no dejan dudas.
Gustavo no es platense, pero cada vez que puede llega hasta la ciudad y comparte su trabajo con diferentes alumnos. En su danza no hay castañuelas, finos zapatos de baile, trajes brillosos, peinados armados, ni lentejuelas. Hay movimiento, riesgo, adrenalina, libertad y la posibilidad de encontrar el sentido o el significado a muchas cosas después de bailarlas. Como en todas las danzas.
Claudia Elena Jofre
Estudiante avanzada de la carrera de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (U.N.L.P), Argentina
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