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Comunicar la salud. Entre la equidad y la diferencia
Carlos del Valle   

Ediciones Universidad de La Frontera
delvalle@ufro.cl

Chile


PRESENTACIÓN

Es innegable que la salud, más allá de diferencias conceptuales, ocupa un lugar preponderante en la comunicación y en el periodismo contemporáneo. La prensa escrita y los medios audiovisuales le dedican creciente atención a la salud. Organizaciones públicas y privadas dedicadas a temas de salubridad se han dado cuenta paulatinamente de la enorme importancia de la comunicación para su trabajo.

En una época donde información es una palabra clave para entender qué ocurre en las sociedades contemporáneas, la salud también es un hecho informativo. Entendida la salud como un bien público, se asume que la información es necesaria para que haya vidas más saludables. Un ciudadano sano requiere ser un ciudadano informado sobre las opciones de salud disponibles. Esto incluye desde sus estilos de vida hasta su constitución genética. El modelo de salud pública, que entiende la salud como una cuestión fundamentalmente de decisiones individuales, pone el acento en la existencia de información que permita una sociedad más sana. La información permite saber quiénes están expuestos y son proclives a ciertas enfermedades, qué conductas son recomendables y cuáles no son deseables. En este proceso, la comunicación, ya sea en el ámbito masivo (campañas de información), organizacional e inter-personal (interacción proveedores de servicios y paciente), es crucial.

Asimismo, la información compete a la distribución social de la cobertura de salud y, por ende, a las políticas de salud. La definición de salud y su distribución social es una cuestión política. Las políticas de salud, incluso aquellas que se precian de no serlo, necesitan información que obre como insumo para decidir cursos de acción. La asignación de recursos tal como las prioridades y objetivos son determinados, en parte, según la información existente. De hecho, distintos grupos que pugnan por moldear las políticas producen y esgrimen diferente información para sostener sus argumentos e invalidar otros. En varios casos, el hecho que no haya consenso y existan contradicciones en la investigación de temas específicos facilita el hecho que se construyan distintas visiones del estado de la salud. Además de su relevancia pública y política, la información en salud tiene gran importancia como negocio. La información sobre / de salud es vital como recurso para tomar decisiones sobre medicamentos y servicios y sus probabilidades de generar ganancias para la industria de la salud. La creciente mercantilización de la salud precisa de información para la toma de decisiones, tanto de investigaciones empresariales como financieras. De ahí que una parte importante de la información (publicidad, noticias) que circula, es producida por laboratorios y empresas farmacéuticas.

En la producción y consumo de información de salud, los medios cumplen un papel fundamental. Para la mayoría, cada vez los medios son la principal fuente de información sobre salud, superando tradicionales y modernos proveedores de servicios (matronas, médicos, enfermeras, centros de salud y otros). La salud es un buen negocio para los medios ya que concita el interés de audiencias y de avisadores. Los talk-shows están repletos de información sobre un sinnúmero de temas de salud, particularmente aquellos que afectan a mujeres o tienen un componente atractivo y sensacionalista que atraiga buenos ratings. Los noticieros permanentemente alertan sobre enfermedades y epidemias. Los programas de ficción suelen tocar o centrarse en temas de salud, ya sea las telenovelas domésticas y regionales como los enlatados estadounidenses.

De ahí que la calidad de la información que los medios ofrezcan sea de vital importancia. La gran cantidad de información en internet ha agudizado este problema, ya que la mayoría rara vez pasa por los parámetros de calidad establecidos, de la autoridad de aquellos que tienen legitimidad social para juzgar: ¿cómo evaluar la catarata de información que fluye de las redes electrónicas a las que cualquier cibernauta tiene acceso?, ¿quién decide qué información es válida?, ¿qué asidero tiene la información presentada en medios dentro de contextos de entretenimiento y no de información?; y ¿cuáles son las consecuencias de la multiplicación de las bocas de oferta de información en salud?.

Esta explosión de información mediática realza la responsabilidad social que los medios tienen (y deben tener) respecto a la información ofrecida. Por eso es necesario que haya productores de información (periodistas, editores, guionistas) con buen conocimiento y entrenados en temas de salud, como así también medios que respondan o estén inspirados en el interés público. Esto es necesario para brindar información válida que permita a los ciudadanos tanto tomar decisiones informadas, como conocer el estado de la salud en una comunidad y en un país. Es curioso que a pesar de la gran variedad de información de salud, generalmente, las poblaciones tengan ideas distorsionadas sobre cuáles son los principales problemas de salud en una sociedad. Parecería que más información no es sinónimo de conocimiento, tanto individual como social sobre salud.

No es fácil separar la gran cantidad de intereses que confluyen en este proceso de generación y distribución de información. Lo que es buen negocio para una empresa farmacéutica no necesariamente lo es para una comunidad. Las dolencias y enfermedades que afectan a quienes tienen menores recursos son menos factibles de ser investigadas y solucionadas que aquellas que afectan a sectores acomodados o con ingresos para pagar medicamentos. Asimismo, el interés comercial en desarrollar una droga puede coincidir con las expectativas de gran parte de la ciudadanía para encontrar una solución a enfermedades hasta ahora incurables. El conocimiento de cómo el entorno social afecta la salud y las opciones de vida, requiere una pluralidad de información que responda a las necesidades de las mayorías y sea sensible a las minorías; más que aquello que venda, sea sensacionalista o únicamente dé ganancia. La cirugía plástica y la desnutrición, la disfunción sexual y la diarrea infantil, la depresión y el cólera son temas de salud que afectan a comunidades disímiles; sin embargo, unos temas más que otros encajan mejor en los principios que gobiernan la producción de información en nuestras sociedades. Esas son condiciones casi inevitables que, explícita o implícitamente, moldean lo que socialmente se conoce y se accede en cuestiones de salud. A pesar del crecimiento notable de la salud como información y comunicación, hay pocos estudios en América Latina al respecto. Hay un vacío enorme que es necesario cubrir para entender mejor cómo la revolución informativa en la región afecta y produce ideas y conductas de salud.

El presente libro de Carlos Del Valle es una gran contribución a superar esta deficiencia. Con un complejo y sofisticado bagaje teórico, Del Valle nos ayuda a elucidar cuestiones centrales y brinda un mapa de temas urgentes que los estudiantes y estudiosos de la comunicación debemos analizar. El libro coloca a la salud y la información en una relación en varios niveles. Un análisis con profundidad de estos vínculos requiere una perspectiva tanto teórica como metodológica que eluda dogmas y abra el juego a una variedad de enfoques complementarios. La diversidad analítica va de la mano con una rigurosidad necesaria. La comunicación en / para la salud por si sola es insuficiente, si no se considera cómo se construye la idea de salud en una sociedad a través de prácticas y discursos. Del Valle muestra con destreza el camino que debemos recorrer para comprender mejor cómo se entiende la salud y la comunicación en una región donde la existencia de desigualdades en el acceso a la salud convive con diferencias abismales en prácticas saludables y en la definición de la cultura de la salud.
Silvio Waisbord
Director and Associate Professor
Journalism Resources Institute
Department of Journalism and Media Studies
Rutgers University
Estados Unidos

 

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